Mac cruzó sus musculosos brazos y se apoyó contra la pared del cubículo de terapia física. “Te estás exigiendo demasiado”, dijo. Yo protesté “¡Pero tú me dijiste que hiciera 10 repeticiones de cada ejercicio 6 veces al día!”.

“Lo hice”, dijo concediéndome la razón “pero el ejercicio está irritando el músculo ciático así que ahora están en el mismo lugar que cuando comenzaste! El dolor no es lema aquí – cuando duele, ¡paramos!

 Habían pasado 6 semanas desde la cirugía en mi espalda, y yo estaba ansiosa para entrenar nuevamente los músculos atrofiados, reconstruir la fortaleza y la flexibilidad y volver a ser la persona activa y ágil que había sido. Me ejercitaba con los dientes apretados y hosca determinación. Decepcionada, había vuelto con el terapeuta físico, quejándome que el dolor en el nervio había vuelto – y que era el mismo que tenía antes de la cirugía. 

Mac se acercó a la mesa. “Muéstrame cómo haces el movimiento con el nervio”. Recostándome sobre mi espalda, elevé una pierna doblando el pie hacia adentro y mantuve esa posición durante 10 dolorosos segundos. Luego con la otra pierna, 10 segundos más. 10 veces cada pierna. Mac me detuvo después de la tercera serie. “¿Es esto lo que estás haciendo seis veces por día?”

 “No”, le dije. “hago esto ocho veces por día; para impedir que se forme una cicatriz y ejerza presión sobre el nervio”. Mac estaba calmado. “Pero estás fatigando el nervio haciendo que se genere una cicatriz. ¿Y por qué mantienes por diez segundo cada repetición?”

Tuve que pensar la respuesta. ¿Acaso me había dicho cuánto tiempo tenía que sostener esa posición? Quizás no. “Pensé que cuanto más tiempo lo hiciera, sería mejor”. Mac se estremeció. “¿Es esto lo que estuviste haciendo con todos los ejercicios?” “Por supuesto”, le contesté “estoy motivada”.

Mac reflexionó “Usualmente tengo que estimular e incitar a la gente para que haga sus ejercicios, pero me doy cuenta que tengo que pedirte que te contengas” Levantó mi pierna y dijo “Dobla el pie hacia adentro” Así lo hice. “Listo”

“¡Pero eso fue sólo un segundo!” protesté. “Sí. Un segundo. Eso es todo lo que se necesita” No podía creerlo. “¿Y cuántas veces por día entonces?

“Una vez por día, diez series de un segundo cada una. Las repeticiones causan dolor. Pero primero, descansa unos días hasta que el nervio se recupere. 

Todos mis planes de una recuperación a la vida normal colapsaron. “¿Cómo una vez al día sosteniendo la posición durante un segundo va a hacer alguna diferencia? ¡Nunca voy a conseguir que los músculos trabajan nuevamente!”

Mac sonrió. “Yo sé que es difícil de creer, pero he aquí un principio importante: la consistencia es más importante que la intensidad con el objeto de desarrollar fortaleza en un músculo” Hizo silencio mientras yo reflexionaba al respecto.

Consistencia. Un segundo, diez veces por día.

“Continúa flexionando los músculos, estirando el nervio pero no te exijas” me dijo. “Sé consistente y persistente, pero olvídate de la intensidad”

Mientras me ponía el saco y los zapatos, estaba confusa, descorazonada y perdía rápidamente mi motivación. ¡Un segundo! ¿Cómo podría esperar hacer algún tipo de progreso con eso?

El domingo mientras estábamos en el Centro, Scott describía un proceso que le daba resultados. “Me di cuenta que puedo dejar de juzgar por un segundo”, dijo “y luego volverlo a hacer y así voy construyendo el músculo del no-juicio. Algunas veces puedo practicar varios segundos juntos de no juzgar. Y al hacerlo, se vuelve más y más fácil”.

Me senté derecha en la silla, recordando la consistencia es más importante que la intensidad. “Scott”, dije “ estás describiendo ¡el milagro de un segundo!
 

 El Curso describe este proceso en la Lección 194, “Pongo el futuro en Manos de Dios”
 
No hay un solo instante en que se pueda sentir depresión, experimentar dolor o percibir pérdida alguna. No hay un solo instante en que se pueda instaurar el pesar en un trono y adorársele. No hay un solo instante que uno pueda ni siquiera morir. Y así, cada instante que se le entrega a Dios, con el siguiente ya entregado a Él de antemano, es un tiempo en que te liberas de la tristeza, del dolor y hasta de la misma muerte...

Si pudieses ver la lección de hoy como la liberación que realmente representa, no vacilarías en dedicarle el máximo esfuerzo de que fueses capaz, para que pasase a formar parte de ti.
 
Conforme se vaya convirtiendo en u pensamiento que rige tu mente, en un hábito de tu repertorio para solventar problemas, en una manera de reaccionar de inmediato ante toda tentación, le transmitirás al mundo lo que has aprendido. Y en la misma medida en que aprendas a ver la salvación en todas las cosas, en esa misma medida el mundo percibirá que se ha salvado.

Scott me había ofrecido el refuerzo que yo necesitaba para realizar un esfuerzo consistente, estable y confiable cada día, incluso si eso significaba que alcanzar mi objetivo llevaría más tiempo.

Ahora debes aprender que sólo la paciencia infinita produce resultados inmediatos.

Un segundo a la vez. Pero de manera consistente, cada día, para reconstruir músculos atrofiados. El músculo del no-juicio está muy atrofiado en todos nosotros. Nos lanzamos a evaluar y darle significado a todas las cosas, pensando que tenemos la suficiente información para juzgar apropiadamente.

El Manual para Maestros lo dice de esta forma:

 El objetivo de nuestro programa, a diferencia del objetivo del aprendizaje del mundo, es el reconocimiento de que juzgar, en el sentido usual, es imposible. Esto no es una opinión sino un hecho. Para poder juzgar cualquier cosa correctamente, uno tendría que ser conciente de una gama inconcebiblemente vasta de cosas pasadas, presentes y por venir. Uno tendría que reconocer de antemano todos los efectos que sus juicios podrían tener sobre las personas y sobre todas las cosas que de alguna manera estén involucradas en ellos. Y tendría que estar seguro de que no hay distorsión alguna en su percepción, para que sus juicios fuesen completamente justos con todos sobre los que han de recaer ahora o sobre los que hayan de recaer en el futuro. ¿Quién puede hacer esto? ¿Quién, excepto en delirios de grandeza, pretendería ser capaz de todo esto?

Nunca podemos juzgar acertadamente. No estamos en posición de hacerlo. Conocer esto nos permite construir el músculo del no-juicio, un segundo a la vez. Implica “negarnos diligentemente a dejar que tu mente divague” 

En mi estado dubitativo y descorazonado, comencé a sentir que los ejercicios de un segundo que le daban fortaleza al  músculo no valían un esfuerzo a largo plazo – quería efectos inmediatos ¡sin paciencia infinita!

Me di cuenta que tenía el mismo problema para abandonar los juicios. Quiero practicar el no-juicio con intensidad hasta que conseguirlo; pero dejo de hacerlo cuando me parece que me va a llevar una eternidad. Simplemente no puedo mantener ese nivel de intensidad. Pero cada uno segundo que no juzgue, construye el músculo del no-juicio. Cada segundo de no-juicio es un milagro. Es un segundo que está más allá del tiempo, un segundo en el que las cosas se ven de otra manera. Puede ser un instante santo, una pequeña rebanada de eternidad. Es un “momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como para dar. El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simplemente de aceptarlo todo”
 

 El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente si te niegas diligentemente a dejar que tu mente divague. No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. Ponte de mi parte sistemáticamente contra este engaño, y no permitas que esa desafortunada creencia te retrase. Los descorazonados no pueden ayudarse a sí mismo no me pueden ayudar a mí. Sin embargo, sólo el ego puede sentirse descorazonado.

Sólo el ego puede sentirse descorazonado.
Estaba lista para intentarlo.

Cada día, sin importar cuán ocupada o distraída, haría los ejercicios de un segundo, con mi mente y con mi cuerpo. 

Flexionar los músculos. Construir fortaleza. Una vez más tenía que abandonar mi idea del momento perfecto.  A veces, el momento de Dios coincide con el mío. Parece que Él tiene todo el tiempo del mundo.

Nota de la autora: El dolor en el nervio ha desaparecido por completo. ¡Todavía no corro en maratones, pero cocino cenas maratónicas!
Judy Allen