Se te ama mucho más de lo que nunca hayas imaginado, pues no importa lo que hagas, entonces, ¿por qué te has preocupado? ¿por qué has luchado? ¿Por qué te has enfermado? ¿Por qué te has entristecido? ¿por qué te has limitado? ¿por qué no has disfrutado del esplendor del amanecer, la libertad del viento y la risa del niño? ¿Por qué no has vivido, en lugar de esforzarte?
Nunca supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca miraste quién eres y lo que eres.
Sabe que eres valioso. No hay medida que pueda medir tu valor. No hay imagen que retrate tu belleza.
El más grandioso sermón que se haya dicho alguna vez fue pronunciado por Jesús mi gran maestro en lo alto de una montaña. Mientras miraba a las gentes que venían a escucharlo, les dijo: «He aquí a Dios». Eso fue todo lo que tuvo que decir: «He aquí a Dios». Pues cada uno de ellos había creado sus limitaciones, sus deseos y enfermedades, su riqueza o su pobreza, su alegría y su tristeza, su vida y su muerte.
He aquí a Dios. Recuerda esto. Porque tú eres él, quien vive en cada cosa. Un día dirás de ti mismo: «He aquí a Dios». Tocarás el Yo, eso es todo lo que tienes que hacer.
El mundo no está en la plaza del mercado, mis amados hermanos. Allí abunda la vida, en verdad, pero la vida grandiosa se encuentra fuera del mercado, en la base de un magnífico árbol, o en la cima de una montaña nevada, donde el viento es frío, limpio y vivificante, en la inmensidad del desierto o en la infinitud del océano. Aún tienes que vivirlo realmente e investigarlo; tú sólo has estado en la conciencia opresiva de tu sociedad, con sus juicios e ideales triviales y su loca carrera contra la ilusión del tiempo.
Nunca conocerás realmente la vida hasta que encuentres la soledad en estos lugares, en paz con el cielo de medianoche y la luna, creciendo y menguando hasta el resplandor del amanecer.
Pero deseo que sepas esto: una espléndida mañana, justo antes del amanecer, tendido solo en tu cama, donde el silencio es tan profundo que casi se puede escuchar, despertarás de un sueño que no es sueño. Abrirás los ojos en la oscuridad de tu cuarto, te levantarás de tu cama y caminarás hacia una ventana por donde entra la única luz que puedes ver.
Mirarás por la ventana, su alféizar cubierto por las gotas del rocío, al gris de la mañana, y alzarás los ojos hacia un cielo que oculta la promesa de una luz grandiosa y brillante.
Y mientras contemplas la belleza de todas las diminutas joyas brillantes, destellando en el oscuro telón de terciopelo del siempre jamás, ves que la luna ha crecido y ha menguado, y ahora se sienta en el horizonte, silenciosa, esperando una luz más grande.
Solo, estremeciéndote con un sentimiento que está por encima de las palabras, allí estás, contemplando el silencio del despertar de la vida. Pronto oyes el susurro de un pájaro en los matorrales, que como tú, ha amanecido y se prepara para saludar a la mañana. Mientras escuchas su dulce y suave melodía de alegría y esperanza, vuelves tu mirada hacia el este y contemplas el horizonte distante. Y allí ves las montañas color púrpura, solitarias, como centinelas de la vida, alzándose majestuosas, fuertes y silenciosas, y una luz pálida y rosa dibuja su silueta. Y las nubes, que hicieran su jornada silenciosa hacia el horizonte, se perfilan en el oro y la promesa del amanecer.
Y al compás de todo este esplendor en la simplicidad de su ser, no escuchas nada,excepto el latir de tu corazón mientras palpita ante la anticipación de un gran suceso que pronto se verá en un resplandor de gloria sobre el horizonte. Y mientras la cortina de la noche se desvanece lentamente en la luz de la mañana, ves las estrellas tornarse más y más tenues, y la luna con su magia, entrega su belleza al amanecer que se despliega.
Atrapado en la belleza y el éxtasis de este momento, te sobreviene este entendimiento: sin la continuidad de esta mañana, todos tus temores, preocupaciones, tus sueños y tus ilusiones, serían cosas inexistentes. Y en ese instante, por detrás de las montañas doradas, surge el esplendor de una joya incandescente, sus barras de oro penetrando en el valle cubierto de niebla como rayos de esperanza. Y al tiempo que el gran sol se eleva más y más, el cielo se enciende de colores, azul, lavanda y rosa, naranja y bermellón. Y el pájaro canta más fuerte y emprende su vuelo, mientras el mundo entero despierta a la promesa y al aliento maravilloso de la mañana.
Mientras contemplas esta visión espectacular que ha visto todos los momentos del tiempo, y la emoción de esta maravilla embriaga todo tu ser, te elevarás con el entendimiento de que tú eres, en verdad, la vida de Dios, de un Creador, Eres los centinelas fuertes y silenciosos de la vida, alzándose en el horizonte distante, y eres, en verdad, los colores del despertar del amanecer, el movimiento de las ramas del matorral, las gotas de rocío sobre el alféizar de la ventana, y la dulce y suave melodía de alegría del pájaro de la mañana.
Aprender una verdad es una cosa; convertirse en ella es otra muy distinta. Pero cuando menos lo esperes, te alzarás para contemplar tal esplendor en los cielos, y el conocimiento de esta verdad, a través de la paz del ser, una espléndida mañana se convertirá en una realidad. Entonces, todas las palabras, la confusión, la furia, el rechazo del Yo, las complejidades de entender a Dios, la búsqueda, los libros y los maestros, habrán acabado en silencio, gracias a un profundo entendimiento que no tiene palabras.
Tu mañana está llegando... como llegó la mía.
Perla Dejesus
